(Acerca del  Eterno Amor de Dios por  nosotros y de nuestra incapacidad
para darnos cuenta de ello)

Me escapé de Él en las noches y en los días
le huí, en el devenir de los tiempos
me escondí, en  los laberintos fabricados en mi propia mente
y en medio de lágrimas lo evadí de nuevo,
en un torrente de risas intenté abrazar esperazas
y pronto lo hice, en medio de abismales tinieblas,
perseguido por aquellos pasos poderosos.
Pero,  como en cacería paciente, en ritmo imperturbable,
Velocidad calculada  y  presencia majestuosa
Ellos tronaron y una voz se oyó.
“Todo te abandona, porque tu me has abandonado”

Como un maleante, permití cuándo mucho
una rendija de sinceridad en mi corazón
encortinado de rojo y enredado entre bondades simuladas.
(Porque, sabía que su amor es lo que vendría después,
estaba todavía inquieto por el miedo que estando con Él,
no tendría a nadie mas a mí lado.)
Pues si una rendija pequeña, se hace cada vez más grande
la fuerza de su cercanía lo acercaría más:
“Vence el temor si el Amor, es lo que buscas”

Conocí todos los caprichos fáciles
frente a la obstinada cara de los cielos,
conocí de cómo  se levantan las nubes escondidas
en el salvaje bramido del mar.
Todo lo que nace o muere, se levanta o cae
Haciendo imágenes de mi propia imaginación
de bestia o de divino
Con ellas gocé hasta que se me fueron quitadas.

Me entristecí con lo ocurrido,
entonces próximo a la hora del santo descanso,
la naturaleza encendió su débil linterna.
Gocé con despertar en la mañana,
 celebré  y me disgusté con todo tiempo
Lloré junto con el cielo y sus dulces lágrimas
se salaron con las mortales mías.

 Francis Thompson